Lo
primero que descubrí al escribir mi primer cuento – él de Belinda –es que
indudablemente no soy escritor; nunca he sido, y sin embargo, el anhelo de
algún día llegar a serlo sigue más vigente que nunca en mi corazón; aún siento
que tengo alguna esperanza. Eso lo digo yo. Y sí los críticos opinan lo
contrario, y muy seguro que así sea, muy su problema. Eso sí acaso algún buen crítico
por algún error inexplicable lee algo de lo mío.
Dicho
cuento fue mi primer engendro literario, más no la primer idea; ya habían
existido otras. Algunas recuerdo me emocionaron de sobremanera, pero por no
apuntarlas, se perdieron entre las telarañas de mi minusválido cerebro. Fue
precisamente cuando empezó a tomar forma Belinda, y para que no se fuera al
basurero mental donde terminaron las otras ideas, es que me senté ante la
computadora y empecé a escribir. Mi única intención, preservarla para mejores
tiempos; escribir una o dos frases que me ayudasen a recordar. Sin embargo, en
ese instante todo se transformó; desde que escribí la primer cuarteta, esto de
escribir se convirtió en algo más que un grato pasatiempo: una peligrosa
obsesión. Le dediqué el 99 porciento de mi vida, y por los próximos cinco o
seis días, no pude despegarme de las teclas hasta que nació media viva. El otro
1 porciento se me fue en dar los buenos días, servirme café y dar carrerillas
al baño.
¡Qué
fabulosa obsesión! Llena el espíritu, transforma la manera de ver la vida, y
una esposa menos comprensiva te abandona. Junto a Belinda, nació una hermosa
pasión por escribir, que espero nunca pase y que deseo fervientemente que todo
ser humano experimente. Me declaro enfermo y ruego me informen donde y a que
horas se reúnen los escritores anónimos para asistir y declarar: ¡soy escritor,
soy feliz y no me quiero curar!
Después
viene el penoso asunto de informar a los deudos. Rosella, mi querida mujer, la
primera en saber y la que siempre me comprende y me apoya en cada tontería que emprendo,
se divirtió mucho con la idea; inclusive, luego de leer – y por supuesto
corregir – algunos párrafos, llegó a pensar que quizá, algún lejano día, la
pueda mantener dignamente. No cabe duda me quiere.
Mis
hijos fueron aún mas benévolos. En una casa con cinco hijos, todos con grandes
talentos artísticos, la competencia está fuerte, sin embargo recibí de ellos
reconocimiento y apoyo: “Me
encantó! Me lo imaginaba muy bien escrito pero está hasta mejor! Me sorprendió...”
Fue uno de los comentarios por correo electrónico, seguido de una carita feliz,
muy a manera de ellos. Quizá saben que no he hecho testamento.
Cuando
me armé de valor para informar a mi padre del porque el negocio estaba
totalmente descuidado, fue también muy comprensivo. De forma por demás paternal
y empática, me dijo: “Eso significa cuando les digo a mis hijos que por el
camino, en ocasiones hay que detenerse a oler las flores.” Una conseja muy
utilizada por él para decirnos que no todo en la vida es trabajo. Dicho
distinto, si trabajas, no lo hagas como un esclavo, hazlo con gusto y luego
date tiempo para disfrutar la vida. Lo que nunca se imaginó mi señor padre que
me quedaría “gozando” recostado sobre las flores semanas enteras.
Igual
tengo que agradecer a mi madre, hermanos, parientes y amigos que leyeron los
borradores y me estuvieron motivando y retroalimentando con comentarios muy
justos y alentadores.
Gracias por su visita
Antonio Dabdoub Escobar
Wow! Creo que le apasiona más de lo que pensaba la escritura y me encantó su forma de expresarse. Saludos!!!
ResponderBorrarBrenda E.
Tony, me gustó mucho tu estilo, ligero e interesante. Si encuentras el domicilio y el horario de los escritores anónimos, avísame y te acompaño. Creo que empiezo a entender ese deseo de expresar tus ideas, tu punto de vista, de dejar un legado. No sé si es dedicación o adicción. ¡Tú sigue escribiendo!!
ResponderBorrarJuan Jaime